martes, 31 de enero de 2012

Tres bellezas hollywoodenses

El pasado 16 de enero se cumplieron 70 años de la trágica desaparición de una de las actrices mejores dotadas para la comedia en el cine norteamericano: Carole Lombard (Jane Alice Peters, 6 de octubre de 1908).

Al momento de su fallecimiento, regresaba a California de su estado natal, donde había viajado a dar apoyo para la venta de Bonos de Guerra, cuando el avión en el que se trasladaba cayó en las afueras de Las Vegas (Nevada). Todos sus ocupantes murieron, incluyendo a Carole, su madre, su apoderado y otras 20 personas.

La actriz de 33 años había filmado el año anterior una de sus mejores y más conocidas películas, Ser o no ser (To be or not to be), bajo la dirección del extraordinario Ernst Lubistch. Estrenada un mes después de su deceso, en plena Segunda Guerra Mundial, la cinta tendría gran éxito de crítica y público, que lamentablemente no tuvo oportunidad de disfrutar.

Para la época, Carole Lombard se encontraba en uno de los mejores momentos de su carrera, en la cual destacaban títulos como La Reina de Nueva York (Nothing´s sacred, de William Wellman, 1937) y Al servicio de las damas (My man Godfrey, dirigida por Gregory La Cava en 1936), la cual le había valido una nominación al Oscar. En el momento de su desaparición, era la esposa de Clark Gable, con quien formaba una de las parejas más atractivas de Hollywood.

La noticia cayó como una bomba. El presidente Franklyn D. Roosevelt la declaró como la primera mujer que cayó en la Segunda Guerra Mundial, y recibió de manera póstuma la Medalla de la Libertad.

Lombard se destacó por sus grandes dotes para la comedia y por su belleza física, además de su particular desenfado en el hablar, según referían sus allegados. El aniversario de su inesperada muerte, siete décadas después, tal vez no despierte el interés de otras estrellas como Marilyn Monroe, quien en 2012 cumple 50 años de su muerte, pero su figura aún es recordada por los cinéfilos.

El 6 de noviembre de 2011 se cumplieron también dos décadas de la muerte de Gene Tierney, otra de las bellezas de Hollywood en la década de los 40. La actriz se había retirado del cine a principios de 1960, luego de haber pasado varias depresiones y problemas de salud.

Se le recuerda particularmente por su protagonización en Laura(1944), de Otto Preminger, cinta prácticamente de culto en la que mostraba su espléndida belleza. También fueron destacadas sus intervenciones en las películas Amanecer (Sundown, 1941), El embrujo de Shanghai (The Shanghai Gesture, 1941), El hijo de la furia (Son of the Fury, 1942), El cielo puede esperar (Heaven can wait, 1943), Que el cielo la juzgue (Leave her to heaven, 1945), Al filo de la navaja (The razor´s edge, 1946) y El fantasma y la señora Muir (The ghost and Mrs. Muir, 1947).

La tragedia empañó en varias oportunidades su vida: su hija Daria, fruto de su matrimonio con Oleg Cassini, tenía retraso mental, era sorda y ciega, resultado del contagio de rubeola que sufrió Gene de una admiradora en un acto. Divorciada de Cassini, su relación con Ali Khan fue tormentosa hasta la ruptura definitiva, lo cual le ocasionó depresiones que afectaron su carrera fílmica.

En 1960 se casó nuevamente con el magnate del petróleo, W. Howard Lee, de quien enviudó en 1981. Sus apariciones posteriores se hicieron muy esporádicas, especialmente en la televisión, donde sería invitada en los programas de Merv Griffin, Johnny Carson y Dinah Shore. Falleció de enfisema a los 70 años.

La tercera de nuestras bellezas clásicas es María Montez, Reina del Technicolor, como se le conoció en la década de los cuarenta y principios de los años 50.

Esta bella actriz de origen dominicano murió el 7 de septiembre de 1951 a los 39 años de edad, aparentemente debido a un ataque al corazón y encontrada ahogada en el baño de su residencia en Suresnes, Francia.

Como el 6 de junio se cumplirán 100 años de su nacimiento, preferimos guardar para esa fecha una semblanza de esta eterna beldad, dueña y señora de paraísos de ensoñación orientales en la pantalla grande.

jueves, 19 de enero de 2012

¿Qué es ser artista en Cabimas?

¿Qué es ser artista,
preguntas,
en esta ciudad perdida?
Es nada
sólo un eco
que débil se escucha
entre las aguas negras
y las calles abiertas
llenas de huecos
como esta alma mía.


















Fotografía: José Gregorio Marcano

jueves, 12 de enero de 2012

Adios a las divas

Ellas representaban a la mujer según los esquemas cinematográficos. Soñadoras, vulnerables, dominantes o sometidas, eran diosas, dueñas y señoras del olimpo del séptimo arte. Encarnaban un estilo de vida, una forma de interpretar, de seducir y de amar.

Ser bellas era su oficio y su esclavitud. En el altar de la vaciedad rindieron sus encantos para hacer del cine sus dominios en largos metros de celuloide. No importaba sacrificar sus sentimientos, sus emociones y sus pensamientos; el precio a pagar era alto, pero mayor fue la recompensa: permanecer embalsamadas en las latas y videos de sus películas, inmortalizadas, listas para representar una y otra vez su rol de seductoras y seducidas.

No bastaba una bella cabellera o unos ojos impresionantemente expresivos: se requería el aparataje, los escándalos pre-fabricados, el nombre sugerente... y aún más. Tras de ellas, las luces veladas, los vestuarios audaces y exóticos, la laxitud rebuscada de una pose o la candidez estudiada de la mirada. Un Pigmalión que las "reconstruyera", ocultara sus defectos y exaltara sus virtudes, casi siempre físicas.

¿Eso era todo? No. Más allá del escote audaz o
las piernas bien torneadas, hacía falta esa fuerza interior capaz de atraer en masa al público y mantenerlo cautivo frente a una sucesión de imágenes, a 24 cuadros por segundo. Actuar no era indispensable. Lo que importaba era ese encanto especial, que algunos llamaron It, sex-appeal, charm o glamour, según cambiaron los tiempos.

¿Al final? Teníamos una estrella.

Ava, Rita, Marlene, Greta...más que mujeres eran leyendas vivientes. ¡Qué tiempos serían aquellos, cuando del tosco barro del cual fue hecho el hombre surgieron esas míticas figuras, distinguidas con un barniz especial!

La memoria nos lleva entonces a las piernas de Marlene Dietrich, enfundadas en medias de seda en El Ángel Azul; o al revolotear de la falda de Marilyn Monroe en La comezón del séptimo año; al guante negro de Rita Hayworth en Gilda; a la luminosa sonrisa de Greta Garbo en Ninothka; o a una Jean Harlow, sucintamente vestida, que pide permiso para ponerse "algo más cómodo" en Ángeles del infierno...imágenes imperecederas, legadas a la fantasía del cine como recuerdo de esas extraordinarias mujeres.

La muerte las ha alejado del mundo terrenal, más no de las mentes de los cinéfilos, muchos quienes ignoran sus existencias azarosas, llenas de vacíos emocionales y afectivos, golpeadas paradójicamente por el personaje que ayudaron a fabricar. A pesar de su aparente decrepitud y estigmatizadas por las huellas del tiempo sobre sus cuerpos, aún se conservan frescas, jóvenes y radiantes en los archivos fílmicos, siempre dispuestas a representar una y otra vez su papel en las pantallas.

viernes, 6 de enero de 2012

Elba Escobar en gotas: “Soy bien atrevida”


Hace 20 años tuve la suerte de conocer a Elba Escobar. En esa época ya era una actriz reconocida de teatro, cine y televisión, que se encontraba presentando su monólogo Gotas de color en un espejo de agua bajo los auspicios de la empresa petrolera Lagoven, en la cual me desempeñaba como supervisor de Comunicaciones Externas. Aunque no era especial admirador de su trabajo, la había visto la noche anterior en la función privada ofrecida a los trabajadores de la empresa y sus familiares en Morichal. Me impresionó tanto que pedí a la supervisora de Calidad de Vida, dependencia que había coordinado su contratación, para que me permitiera entrevistarla antes de la función que ofrecería esa noche al público en Maturín. La reunión fue concertada y, después del mediodía, tuve la oportunidad de conversar con ella. Digo conversación porque eso fue, más que una entrevista formal. Alejada de divismos, me permitió todas las preguntas que quise formular y luego de casi una hora que duró este encuentro, me despedí de ella. A pesar de que no laboraba para ningún medio impreso, El Diario de Monagas aceptó el texto que les transcribo, el cual fue publicado el lunes 30 de septiembre de 1991, en la página 24. Las fotografías de la obra son de Iván Madriz. Espero lo disfruten:

Llegó menuda, rellenita, con esas ojeras que recuerdan a una diva del cine mudo. Al principio recelosa, luego hablaría ampliamente acerca de su trayectoria profesional en el teatro, cine y televisión.

Elba Escobar se muestra sencilla, sin poses y afirma convencida que es una actriz bien atrevida. No hace referencia a sus recordados personajes en películas como Macho y hembra o De mujer a mujer, sino a su decisión de hacer el monólogo Gotas de color sobre un espejo de agua, recientemente presentado en Maturín, bajo los auspicios de la División de Oriente de Lagoven.

- A raíz de la invitación al ciclo de monólogos en homenaje a Esther Plaza, en Caracas, decidí no hacer ninguno de los trabajos que me presentaron, escritos hace años, pasados de moda, enmarcados en una época en la que la mujer se convirtió en abanderada del feminismo en una lucha de principios con el hombre, a quien esta se enfrentó psicológica y socialmente. Eso ya no me interesaba, pues hace 10 años pertenecí a ese movimiento. Sin embargo, después de sopesar lo positivo y lo negativo del feminismo, logré la conciliación con mi parte femenina y el hombre. De hecho, yo creo que el acto creativo más hermoso es la unión del hombre y la mujer.

Planteé esta preocupación a Romano Rodríguez, director de la obra, y él me dijo que podría escribir algo para mí. Como soy bien atrevida, acepté. Otra no se habría arriesgado con una persona tan joven. Pero, en cambio, recibí este texto que habla sobre una mujer que se reconcilió con la imagen masculina producto de un proceso de reflexión, que en estos instantes está sola, pero dispuesta a encontrar a alguien con quien compartir.

- ¿Cómo fue el proceso de elaboración de la obra?

- Romano me preguntaba todo sobre mi vida. Cómo había sido la experiencia de ser mamá, la relación con mi hijo. Conservó la estructura de algunos de los monólogos de los clásicos y así podemos ver gotas de Julieta, Ofelia, Lady Macbeth. En la primera versión había una violación tomada de Daniel Fo. Pero, decantando su trabajo, Romano reescribió íntegra esa escena.

Ser actriz: un compromiso

- Tú tiene fama de apasionada con tus interpretaciones, que te entregas a tus personajes. ¿Todavía eres así?

- Es que debe ser así y uno lo descubre en el momento en que se decide ser actriz.

- ¿Cuándo lo descubriste?

- Mi primera obra la hice en el Pedagógico de Caracas a los 17 años, donde estudiaba Física y Matemáticas. Seleccioné Teatro como una materia opcional, para llenar créditos, pero no tenía ni idea de qué era eso.

Mi personaje era el de una viejita a quien le llevan su hijo a la guerra. No tenía conciencia de actriz, pero desde ese instante ya me metía en un problema que no era mío. Yo no había estado en la guerra ni tenía hijos, pero imaginaba que eso debería ser terrible, y lloraba y lloraba. El día del estreno, cuando terminó la función, el público aplaudió mucho. Sin embargo, al momento de yo salir, hubo una ovación. Me aterré. Fue allí que tuve conciencia de que era una cosa seria. Me dí cuenta de que el público era mi compromiso. Descubrí que era actriz.

Elba cuenta la historia de una manera sosegada. Pero el apasionamiento le brilla en los ojos y gesticula para enfatizar sus palabras. El mesonero nos interrumpe para anunciarle una llamada a la que ella acude veloz. Luego nos informaría que hablaba con su hijo de 20 meses —“Mi tesoro”, dice— y remeda la vocecita que la llama mami.

- Cuando se levanta el telón, hay un porcentaje de conciencia mínima que está bien, —prosigue Elba—. Recuerda el texto, los movimientos que ha indicado el director, la señal para que entre otro actor; pero en mi caso, el 75 por ciento de mi conciencia está concentrado en mi personaje. No es enajenación, eh, que quede claro.

- Algunos actores sostienen que debe haber un distanciamiento entre el actor y el personaje…

La actriz se enrosca en la silla como una serpiente y con un gesto de su mano afirma contundente:

- Decir que se guarda distancia es “culillo”. Miedo a sumergirse en el fondo del ser, vivir situaciones que no tienen nada que ver contigo. El actor que dice eso es un “culilludo”.

- ¿Hay algún actor o actriz que te hayan marcado?

- En el cine, Dustin Hoffman. Ahora, la primera actriz en teatro a quien admiré al punto de sentarme en la butaca en primera fila y decir: “Yo quiero ser como ella”, fue Pilar Romero. Era mi sueño. Yo iba siguiéndole los pasos. En televisión, era Doris (Wells). Me encantaba, hasta que hicimos una película (“La casa de agua”). Con Pilar, aunque he intervenido en obras escritas por ella, me gustaría trabajar en teatro juntas.

Para Elba, la televisión es una consecuencia para los actores de teatro. Asegura que al no existir talleres para actores profesionales, estos ven en la TV una forma de entrenarse constantemente.

- Al igual que un bailarín se ejercita con coreografías o un pianista practica las notas musicales, el instrumento del actor son sus sentimientos y debe ejercitarlos a diario. Para él, la TV cumple esa función.

- Pero se dice que muchos agarran mañas y vicios…
- Te estoy hablando de los actores de teatro. Los vicios y las mañas los agarran quienes no tienen formación teatral.

- En televisión, hubo un tiempo en que estabas encasillada.

-...Pero ahora no. Fíjate que en Emperatriz hice un papel que no había hecho nunca. Ya eso pasó —Hace un mohín y sonríe—, parece que ya se han dado cuenta…

-También hubo un momento cuando hablar de cine venezolano era hablar de Elba Escobar. Estabas en casi todas las películas: Homicidio Culposo, Macho y Hembra, De mujer a mujer, Coctel de camarones, Anita Camacho, La casa de agua…

- Es que cuando hice todas esas películas que nombras no tenía 10 o 15 guiones en la gaveta. A mí me habría encantado, pero eso era lo que me traían. Terminaba uno y llegaba otro.

- ¿Quieres continuar haciendo cine venezolano?

- El cine venezolano ya no existe. Ahora existen las coproducciones. Fíjate que sí quisiera seguir en cine. Sin embargo, seleccionaré con más cuidado mis papeles, porque estoy en la posición de poderlo hacer. En estos momentos tengo un guión que me encanta y así hubiese otros 10, me habría quedado con ese. Se llama Golpes a mi puerta, de Juan Carlos Gené. El rodaje comenzará en enero y cuenta la historia de un joven perseguido que pide protección a dos hermanas religiosas, en un país donde existe una situación de totalitarismo, un régimen dictatorial. Yo seré una religiosa y la otra la hará Verónica Oddó.

- ¿Qué otros planes tienes?

- En televisión, para Marte TV, comenzaré en octubre a grabar una novela en coproducción con España. Continuaré presentando el monólogo cuya próxima función será en Ciudad Guayana. Además, estoy ensayando una sátira sobre la corrupción, titulada Pequeño negocio de familia, con el grupo Theja.

- ¿Nunca has estado atada a alguna compañía teatral en particular?

- No, yo amo mi condición de free-lance.

- ¿Algo más entre manos?

- Próximamente se pondrá en escena la obra Oficina No.1, de Miguel Otero Silva; de nuevo representaré a Carmen Rosa Villena. Este papel ha sido el que más me ha gustado, pues yo anhelaba un personaje que ella sola se pareciese a todas las mujeres venezolanas. En Oficina No. 1, el texto teatral de Larry Herrera supera a la novela y ello me tiene muy entusiasmada.

El momento de la despedida ha llegado. Un breve apretón de manos, con la invitación amable: “No dejes de ver la obra”. Y la vimos. Descubrimos a una Elba Escobar transformándose sutilmente de niña a mujer, para mantener deleitado al público con su presencia. Luego Elba, transformada en gotas, nadaría en un mar de aplausos ante un público de pie, con una sonrisa en los labios.

Para terminar, la imagen promocional que de Elba Escobar tomara el fotógrafo David Maris para la radioemisora Onda, en la cual ella tiene un programa diario:

lunes, 2 de enero de 2012

110 años de Marlene Dietrich

Lo aseguró Lili Darvas, una actriz alemana de la pre-guerra: "Tenía la única condición esencial para ser estrella: ser magnífica sin hacer nada". Y lo dijo cuando aún Marlene no alcanzaba el estrellato.

En esa época, era una atractiva berlinesa, algo gorda, de nariz respingada, que enturbiaba la mirada "como hacen las vacas cuando paren", según palabras de Emil Jannings, su coprotagonista en El Ángel Azul (1929), quien ciertamente se sintió celoso de la actriz y del personaje que le quitaba la atención de la audiencia.

Esa misma mirada, de aladas cejas y pesados párpados, hipnotizaron primero a Joseph von Sternberg, su mentor y director de la cinta, y luego al público de todo el mundo. Según la novela y el guion original, la estrella de la película no era ella sino Jannings, pues el personaje principal no era Lola sino el profesor Rath, en torno al que gira toda la historia. Sin embargo, la confección del personaje por parte de von Sternberg, hizo que ella ganara mayor atención. Según él, Jannings interpretó su papel de manera excelente, pero también “supo antes que nadie, antes que yo mismo, que aunque su nombre tuviera que aparecer en letras más grandes que todos los demás, el público, el auténtico juez, no se dejaría impresionar por ello”.



Nacida para el amor

María Magdalena von Losh —tal era su verdadero nombre— nació en Berlín el 27 de diciembre de 1901, aunque el año de su nacimiento siempre ha sido puesto en duda. El diccionario de personalidades Who’s Who (Quién es quien) afirma, en su versión inglesa, que Marlene Dietrich nació en 1904 y la actriz siempre defendió esta teoría, mostrando como prueba su pasaporte. La versión francesa sostiene que nació en 1902, lo mismo que la enciclopedia Larousse, pero una partida de nacimiento hallada en 1956 en los archivos de Berlín, su ciudad natal, indica que fue en 1901, cuando vino al mundo. De allí que el pasado 27 de diciembre la diva estaría cumpliendo su 110 aniversario.

Encarnó vampiresas, prostitutas, esposas infieles, en películas clásicas como El Ángel Azul, Marruecos, El Expreso de Shanghai, Ángel y Deseo; pero además a mujeres emprendedoras y vitales como la Frenchy, en Arizona o a la orgullosa prusiana en el Juicio de Nüremberg.


Logró desprenderse de la imagen decadente y distante que von Sternberg había hecho de ella y resurgió animando a los jóvenes soldados en el frente de batalla durante la Segunda Guerra Mundial, cuando además condenó al nazismo y tuvo que enfrentar el repudio de sus propios connacionales.

Marlene representó un espíritu libre, capaz de vivir a plenitud en derroche de dinero y lujos, pero también en vivencias que la alzaron por encima de sus contemporáneas.

"No me tomo muy en serio, ni a mis películas ni a mí, de modo que ustedes tampoco deben hacerlo", expresó alguna vez. Sin embargo, sus últimos años de vida antes de su retiro definitivo de los escenarios, los pasó recorriendo medio mundo con sus canciones, convertida en una leyenda, algo que siempre detestó.

Su última aparición en la gran pantalla no es Just a gigoló (David Hemmings, 1974), como muchos creen, si no en un documental realizado por Maximilliam Schell en 1984, titulado simplemente Marlene, en el cual se escucha su voz, pero al que se negó a mostrar su imagen, tal vez para mantener inalterable el personaje que ella misma ayudó a forjar.



El miércoles 6 de mayo de 1992 murió a los 90 años, "acostada en su diván, rodeada de las fotos de sus amigos, en un bello día de primavera", según reseñó la prensa de la época. Tal vez rememorando sus lejanos días de gloria y de aquella depravada Lola-Lola que la llevó a la fama.

























Marlene, en 1960, en una imagen tomada por Liselotte Strelow.