jueves, 29 de diciembre de 2011

"La tengo, la tengo, no la tengo..."

Hace 39 años, un niño tuvo que elegir entre su merienda y dos sobres de barajitas. Ese día, este niño se quedó sin comer. Pero el esfuerzo valió la pena: Con los ojos brillantes y el estómago vacío, comprobó que una de esas barajitas estaba premiada. Lo sé de primera mano, porque ese niño fuí yo.

Comencé a comprar álbumes de barajitas en 1972, cuando estudiaba segundo grado de instrucción primaria. El primero fue uno cuyo nombre no recuerdo exactamente pero se refería a imágenes del mundo. Era un álbum grande, bellamente ilustrado, que incluía los mapas de cada uno de los continentes, las banderas de los países y las escenas con las costumbres más representativas de cada continente. Así conocí la tribu de los Tuareg, a las mujeres jirafas en África, a los gigantescos nenúfares en el río Amazonas, las costumbres de esquimales y polinesios, las hermosas tradiciones europeas y americanas, la hermosa barrera de coral en Australia...

La emoción estaba en adquirir los sobrecitos y, con tensa expectación, mirarlos uno a uno para comprobar si había alguna barajita repetida. Más de una vez la compra resultó en una desilusión, especialmente si la colección ya iba avanzada, pues de un lote grande de barajitas, apenas una sola era rescatable. Luego venía la aventura de intercambiar con los compañeritos de clase o, cuando las finanzas lo permitían, comprarlas. Las más difíciles de hallar podían valer hasta cinco barajitas. Todo era posible en ese mundo.

Años después, las imágenes de ese álbum las conservaría en un estupendo juego de memoria que me acompañó buena parte de mi niñez y adolescencia, hasta que en una de las muchas mudanzas que padecí, desapareció. El álbum de barajitas sobrevivió hasta el 2003, cuando un imprevisto ataque de comején me obligó a incinerarlo en una pira funeraria de tantos sueños y viajes imaginarios nunca concretados.

El coleccionismo de barajitas fue, ciertamente, un pasatiempo que consumió grandes cantidades de tiempo y dinero en mi niñez. No hubo álbum que circulara que yo no coleccionara. Además de los tradicionales de comiquitas (Popeye y sus amigos, Hanna Barbera, Festival Disney), el segundo que guardo en mi memoria es el de Vida y Color, que adquirí en 1973. Incluía cromos de plantas, animales, músculos, huesos y razas humanas. Era, prácticamente, una enciclopedia coleccionable.









Los cromos mostraban diferentes razas caninas y tipos de mariposas en coloridas ilustraciones.


Ya en quinto grado, más o menos en 1975, salió el álbum Venezuela en cromos, con el patrocinio de la Fundación La Salle. Gracias a él conocí los árboles emblemáticos, las aves, los animales y las zonas turísticas de nuestro país.

El tiempo me ha brindado la oportunidad de compartir este pasatiempo con mi hijo: Aún recuerdo cuando lo llevaba a una multitud que se apiñaba en el pasillo del Centro Comercial La Fuente para obtener las barajitas del Mundial de Fútbol Korea Japón 2002, y el de la Historia del Béisbol en Venezuela.

Tal vez con ello busqué perpetuar la ilusión de regresar a esa idílica infancia, en la que un sobre de barajitas podía garantizar la felicidad de un niño durante tooooodo un día completo. Y eso, la verdad sea dicha, nunca fue tarea fácil.

martes, 27 de diciembre de 2011

Sexy afiches de los 80

Durante la década de los 80, las revistas de farándula venezolana usaron y abusaron de las imágenes de las nacientes estrellitas de nuestra televisión para ampliar su audiencia.

Por extraño que parezca, siendo que el perfil de lectores de estos productos editoriales era principalmente femenino, se produjo una explosión de chicas sexy que desde las brillantes portadas invitaban en los kioscos y librerías al público masculino a sumarse a su legión de seguidores.

Entre las más asiduas invitadas se encontraban las actrices y vedettes Marisela Buitrago, Carolina López, María Conchita Alonso, Cristina Reyes, Tatiana Capote, con ocasionales apariciones de Herminia Martínez, Caridad Canelón, Lila Morillo, Hilda Carrero, entre otras. Muchas de ellas me acompañaron en mi cuarto de adolescente, con miradas pícaras y vestuario sucinto. Aún conservo muchos de estos afiches, los cuales hoy comparto con ustedes:



















jueves, 22 de diciembre de 2011

El Mach 5 todavía corre

Meteoro, el Rey de las Pistas en la televisión venezolana de los años 70, continúa vivo en la imaginación de un gran número de nostálgicos seguidores (incluido yo).

Una de las grandes incógnitas de mi infancia sólo pudo ser develada al llegar a mi adolescencia: ¿Quién tripulaba el Melange?. La culpable de esta duda casi existencial fue mi madre, quien me obligó a cenar justamente cuando iba a conocerse el misterio que rodeaba a este poderoso vehículo de carreras, que apenas superaba al imbatible Mach 5, conducido por Meteoro.

La historia del Melange es una de las más atractivas, para mi gusto, de todas las que ofreció la serie. El capítulo se inicia cuando un carro misterioso obliga a un choque fatal a un conductor y le deja una carta marcada con el número X3. Meteoro se involucra por casualidad en la investigación que desarrolla el inspector Detector cuando varios personajes relacionados con las carreras automovilísticas son seguidos y llevados fuera de la carretera en accidentes mortales.

Meteoro descubre que el carro es tripulado a control remoto con un robot como conductor, el cual choca con una señal de detención de trenes y queda atrapado. La voz del robot aún permanece en mi memoria: en la versión original en inglés, esta era metálica; pero en la versión en español fue sustituida por una voz tenebrosa que repetía: El Melange todavía corre.


Al investigar el coche misterioso, Meteoro recuerda el Melange como el nombre del caballo de Napoleón, que le salvó la vida varias veces en sus batallas (en realidad se llamaba Marengo, pero debido a la interpretación japonesa de la palabra francesa, el nombre de "Melange" fue así traducido). El padre de Meteoro, sin embargo, identifica el nombre de "Melange" como un coche conducido quince años antes por un joven conductor llamado Flash Marker. El Melange habia sido uno de los mejores carros de carreras identificado con el número "3". Durante la carrera en el Paso del Peligro, el vehículo junto a su conductor se estrelló fatalmente por maniobras de los miembros del Club Tres Rosas.

Desde entonces, el hijo del conductor, Flash Marker Jr, había planeado su venganza en contra de los integrantes del Club Tres Rosas, para lo que construyó un coche con un diseño elegante, negro y marcado "X3". El coche era conducido por control remoto y su conductor era el famoso maniquí robot que usaba las frases "El Melange todavía corre" y "El Melange está vivo" . El X3 chocaba deliberadamente a los afiliados con el Club para matarlos, dejando una carta marcada X3; y esperaba la oportunidad para perseguir a otros tres miembros del Club que no habían muerto todavía.

Mientras tanto, Flash Marker Jr. trasladó en secreto el coche siniestrado de la vía del tren y sustituyó en una fábrica secreta subterránea el cuerpo del vehículo con una réplica del Melange original, colocándole sobre el chasis del X3 para prepararse para la próxima carrera en el Paso del Peligro.

Ya que era el mismo carro con el chasis del Melange, el coche todavía podía ser controlado remotamente. De esta manera fue conducido por la hermana de Flash Jr., Lily, en contra de su voluntad, aunque en realidad era controlado por Flash Jr. desde su helicóptero. La venganza se concreta al chocar fatalmente a dos de los tres conductores del Club Tres Rosas, pero se estrelló con el último miembro del Club. Cegado por la emoción, Flash perdió el control del helicóptero y la aeronave se precipitó a tierra.

Para recordar este capítulo, los invito a pinchar aquí.
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Meteoro, un mito en las pistas de carreras

Las historias de Meteoro han contado con varias generaciones de seguidores. Este joven corredor de autos de carreras se presentó en las pistas televisivas en 1967. Meteoro, conocido en por los niños de habla inglesa como Speed Racer, conducía el Mach 5, un súper deportivo GT fabricado por su padre con excepcionales características.

Su familia estaba compuesta por su padre, su madre, su hermano mayor Rex, quien huyó de casa; y su hermano menor Chispita. Le acompañaban su novia Trixie, su amigo Bujía, quien era el mecánico exclusivo del auto; y su mascota Chito, un chimpancé que junto a Chispita hacían las gracias de la serie.


Rex, su hermano mayor, se fue del hogar familiar después de mantener una discusión con su padre porque éste tomó un auto que acababa de construir y compitió en una carrera sin su autorización. Rex ganó la carrera, pero perdió el control después de pasar la meta, destrozando el auto por completo. El hermano de Meteoro salió ileso y se acercó a su padre contento por haber ganado, pero éste le recriminó fuertemente por lo que hizo. Rex le dijo que le demostraría lo buen corredor que era y se marchó para nunca volver con su familia. Frecuentemente aparecía en la serie vestido como el corredor X, un enmascarado que cuando menos se lo esperaban se encontraba en la línea de carrera, cada vez que su hermano Meteoro competía. Ni Meteoro, ni su familia sabían que el corredor X era Rex. Además, trabajaba como agente especial.

Luego del éxito alcanzado por Osamu Tezuka con Astro Boy, Tatsuo Yoshida se unió con su hermano para crear los estudios Tatsunoko. Allí rescataron a Meteoro, que como Astroboy, originalmente también era un manga y lo convirtieron en anime.

En 1965 apareció por primera vez en la pantalla chica japonesa Las aventuras de Meteoro. Sólo se hicieron 52 capítulos ya que, como le pasó a muchas creaciones niponas, el mayor éxito lo consiguió posteriormente fuera de su país.

Cuando en 1967 Meteoro se convirtió en un producto de exportación y llegó a Estados Unidos, sus personajes cambiaron de nombre y, a su vez ,cuando a fines de los '60 y principios de los '70 la serie arribó a España, México y Sudamérica, volvieron a cambiar de nombre(aunque esta vez no todos).

Meteoro en el original se llamo Go Mifune (miembro de la familia Mifune); por eso tenia una M en el casco y una G en la capota; pero cuando desembarcó en Estados Unidos fue Speed Racer. Al llegar a Sudamérica, se transformó en Meteoro, respetando la inicial del casco.

El Mach 5 era el vehículo más potente creado hasta el momento, tal como lo describió muy bien el mismo Meteoro en el capítulo El Gran Plan. Cada botón activa una acción diferente para enfrentar situaciones difíciles, ya sea en las carreras o en algunas de las aventuras en las cuales se ve involucrado:

• El control A suelta potentes gatos automáticos.
• El B es un dispositivo que le posibilita mayor tracción en cualquier tipo de terreno, a la vez que motores individuales añaden 5000 caballos de fuerza a cada unidad.
• El dispositivo C se trata de poderosas sierras para usar en terrenos poblados de bosques.
• El botón D sella la cabina de mando y no permite que entre el agua.
• El E le permite usar unas potentes luces direccionables.
• El control F le sirve cuando esta bajo el agua para suministrarle oxígeno y desplegar un periscopio.
• El control G le da salida a un robot mensajero que lleva cartas o cintas al destino señalado.


Ficha técnica
Nombre Español: Meteoro
Nombre japonés: Mach Go Go Go
Nombre en inglés: Speed Racer
Año: 1967
Compañía: Tatsunoko Productions
Numero de Episodios: 53
Creador: Tatsuo Yoshida
Música: Nobuyoshi Koshibe
Género: Deportes, aventura
Personajes: Meteoro, Pops (Padre de Meteoro), Madre de Meteoro, Trixie, Chispita, Chito, Bujías, Rex/ Enmascarado X, Inspector Detector.

Preferiría no mencionar la versión fílmica realizada por los Hermanos Wachowski en 2008, la cual no llenó las expectivas. Mejor, despidamos a este héroe de mi infancia con el intro en español:

jueves, 1 de diciembre de 2011

Yo amo a Pierina

Mi primera novia se llamó Pierina España. Claro, ella nunca se enteró de ese amor adolescente, ni tenía por qué hacerlo. Ella era una actriz de televisión que en los años 70 empezaba a desarrollar su carrera histriónica, en papeles de contrafigura junto a José Luis Rodríguez, en La hija de Juana Crespo (1977), como una madrastra de muy buen ver; o en aquella osada escena de cama, antológica para los patrones de la televisión local, junto al entonces joven político Leonardo Montiel Ortega, ex senador de la República, en el primer capítulo de la telenovela TV Confidencial (1977). En esos tiempos no andaba yo preocupándome ciertamente de los entresijos del melodrama televisivo, pero sí me entusiasmaba ver a esa belleza venezolana con raíces europeas que tan bien encarnaba el mito de que los caballeros las preferimos rubias.

Pierina aún no se prodigaba como figura de primera magnitud en la pequeña pantalla, pero las revistas de farándula ya daban cuenta de su atractivo. Tendría que esperar hasta abril de 1979, cuando RCTV la tuviera de protagonista en la teleserie escrita por Julio César Mármol, Sangre Azul. Allí encarnaría a una especie de Scarlet O´hara criolla que persigue a José Luis Rodríguez en plena Guerra Federal. Le acompañaban Carmen Julia Álvarez y Jean Carlo Simancas, un compañero recurrente de reparto en otras producciones como Sonia, Tormento o Silvia Rivas, divorciada.

Más allá de elogiar la excelente versión de una novela de época, recuerdo mi entusiasmo cuando fueron publicadas las fotografías tomadas por Fernando Carrizales para la revista Venezuela Farándula (13/06/1979), que la mostraban en picaresca ropa interior del siglo XIX. Nunca se le vio tan bella, ni siquiera en Estefanía, su consagración como máxima estrella dramática de RCTV de finales de los 70, acompañada nuevamente por José Luis Rodríguez, aparentemente una pareja que le garantizaba el éxito.

Iniciados los 80 y sin previo aviso, luego de la novela Muñequita y la miniserie Mi hijo Gabriel, Pierina se retiró para iniciar una feliz vida de casada junto al banquero Alfredo Gómez Ruíz, lejos de los reflectores y el ajetreo propio de las estrellas televisivas.

En enero de 2010, Pierina concedió lo que es hasta la fecha su última entrevista a un medio impreso. Le correspondió al colega Néstor Luis Llabanero conversar con ella para un reportaje de la revista dominical Estampas, del diario El Universal. Allí reiteraría que había abandonado la televisión por amor y que durante esas dos décadas de ausencia había disfrutado de una feliz vida de pareja, lamentablemente truncada por la muerte de su cónyuge. Las fotografías demostraban que aún se conservaba bella, como en sus mejores días de protagonista.

"Yo no busco regresar", confesaría al periodista, "pero si de repente me presentas un proyecto que me haga así, plin (une sus dedos y los suena) y que sea algo de verdad acorde con mi persona, con mi edad, donde no me exponga al ridículo, yo lo pienso. Lo que no quiero definitivamente es hacer televisión".

¿Por qué?
"Porque la televisión no va a pagarme lo que yo quiero".

¿No sería un momento para reclamar la dignidad que tú le otorgas al oficio de las actrices?
"No lo sé. Todo en mí es que me dé un pálpito, porque yo no voy a echar a perder mi trabajo de Estefanía por cualquier propuesta. Sería estúpido e irresponsable de mi parte hacerlo. Uno no puede desilusionarse ni desilusionar a la gente que tiene un amor por el trabajo que uno hizo".


Mientras tanto, no nos queda si no recordarla con esa nostalgia por los amores perdidos, esos que de tanta inocencia nos inducen a una sonrisa.