domingo, 28 de noviembre de 2010

Instrucciones para llorar...


Alguna vez oí en una obra teatral que llorar era bueno, porque las lágrimas permitían lavar los ojos y de esta manera podíamos mirar las cosas de otra manera. A lo mejor es cierto: realmente requerimos limpiar nuestra mirada de tanta tristeza, de tanto vicio de mirar de una determinada forma, para alcanzar una nueva perspectiva de la vida, tal vez.

Por el momento, comparto estas instrucciones para llorar, que nos dejara ese grande de la literatura, Julio Cortázar, en su Historias de cronopios y de famas:

"Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente.

Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca.

Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos."

El auriga


"Es, pues, semejante el alma a cierta fuerza natural que mantiene unidos un carro y su auriga, sostenidos por alas. Los caballos y aurigas de los dioses son todos ellos buenos y constituidos de buenos elementos; los de los demás están mezclados. En primer lugar, tratándose de nosotros, el conductor guía a una pareja de caballos; después, de los caballos, el uno es hermoso, bueno y constituido de elementos de la misma índole; el otro, está constituido de elementos contrarios, y es él mismo contrario. En consecuencia, en nosotros resulta necesariamente dura y difícil la conducción."

Platón.
Fedro, o de la belleza.
pp.76 y 77